Quiso el señor colegiado que diésemos la vuelta a nuestras camisetas. Eran las 12 de la mañana del día 19 de Febrero y allí estábamos, a punto de comenzar el partido, con nuestros números pegados a la espalda. El cinco inicial, el de las viejas glorias, con casi 200 años sobre el parqué. Historia viva. Empanada, es la palabra que define el comportamiento del equipo durante la mitad de la primera parte, empanada y un gol en contra. Mal juego, desatino. Y en esto que una jugada afortunada permitió el empate. Y así se llegó al descanso, con muchas dudas. El segundo tiempo fue otra historia. Llegadas, paredes y ocasiones. En un abrir y cerrar de ojos, cuatro goles y asunto resuelto. Bueno, no del todo, aún encajamos un postrero gol que supuso el definitivo 5-2. El acta, como casi siempre, mintió en el reparto de los goles. Dicen que Mario, con una empanada mayúscula, marcó. Generoso no protestaré la decisión, siempre fui más de dar que de recibir. Así somos los portugueses, buenas personas, digan lo que digan. También dice el acta que marcaron los veteranos (el Figu, el Tano y el Potato, centenarios entre los tres). Completaron el equipo el siempre seguro y resuelto Pablo, del clan de los juanes, y el yayo Waldo.
Y eso es todo amigos, un día familiar que resultó no serlo por las ausencias (Juan, te echamos de menos) y las malas interpretaciones (vaya entendederas las del Figu y el Portu). Lo dicho, una empanada en toda regla.
